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Tuesday, 11 August 2009

MANOS Y PESCADO

Me hieden las manos feísimo. Ya me las lavé con jabón, con limón pero siguen apestando.

Esta mañana me desperté a las 5:45. Me dirigí hacia el riachuelo pasando por un caminito que estaba muy resbaloso. Las hojas de los arboles de las demás plantas lloraban lagrimas de la lluvia nocturna mezclado con el rocio matinal.

La última vez que he tenido las manos así fue cuando comí langosta en Kaye Caulker, Belice. Iba por la calle diciendo a la gente “¡Oled mis manos!” y me obedecían sin cuestionar. Nos divertimos mucho rato con esta broma. Llegamos a estar 7 personas juntas en la calle y cuando se juntaba una otra persona al grupo, uno de los chicos les preguntaba “¿Has olido las manos de Paulo?”

Desde el muelle me asomé y miré mi reflejo en el rio tranquilo. Un chico medio atlético medio gordito de 35 años. Miré hacia los lados y no viendo nada más que los colibrís (“besa-flores” en portugués) y los pescaditos, me quité mi pantaloneta quedándome en cueros y me tiré a las aguas frías y limpias. Si aun estuviera dormido, esta acción me despertaría en seguida.

El tufillo que desprenden mis manos sigue en el aire. Tendré que encontrar lejía o algún otro detergente potente.

Me enjaboné y me aventé al rio una otra vez para enjuagarme. A continuación me sequé y me fue hacia la Casa Grande. Como aun era muy temprano, me tumbe en una hamaca durante una horita. Despejado me fui a la cocina y pedí un bol de frutas con yogur. Esta es mi rutina diaria. Me agrada.

De veras que tengo que lavarme estas manos guarras. El gato me mira como si yo fuera su comida. ¿Quizás quiera chuparme los dedos?

Esta noche hemos servido pescado frito. Algunos pescados eran grandototes, otros más chiquititos. Me toco uno de los grandes. Tenía tantísima carne que no pudo comer nada más. Me llené con solo el pescado. Pero me apestaban las manos. Mucho.

Ciao 4 now

~ Paulo ~

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