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Wednesday 26 August 2009

CÓDIGO DEL VIAJERO

“¡No veo na!” – me exclamó una chica catalana. Inspeccioné el aparatito de cristal de cerca y de veras que tampoco podía ver el líquido.

“Suele ser rojo ¿no?” – dice la catalana.

Llamee a Gaby. “Te han timado,” –añadí – “Hay una chica enferma en el Dorm y no podemos ver si tiene fiebre si ese chisme no va.”

Gaby también inspeccionó el termómetro y confirmó que estaba vacío. “Quizás,” -me dijo – “el mercurio se ha evaporao con la humedad de este sitio”

Anoche, Mhairi, una chica inglesa, se acostó enfermita y aun así, esta mañana al despertarse, decidió irse a Livingston para pasar el día.

Cuando volvió a la finca, Mhairi tenía mejor cara y llevaba una bolsa de papel.

Un poquito de compras sana a cualquier culito enfermo.

Cuando le pregunté qué tal se encontraba me dijo que se sentía fatal. Me contó que Oriol, un huésped catalán que también se había ido al pueblo, fue súper simpático y se mantuve cerca certificándose que ella se encontraba bien.

“Mira lo que me compró,” – Mhairi sacó una enorme caracola de mar de la bolsa de papel – “le estoy muy grata pero no tengo sitio en mi mochila.”

Le dije “Descansa un poco y seguro que luego te sentirás mejor para cenar.” Y se subió al Dorm a reposar.

Luego, cuando servimos la cena, Mhari no vino. Oriol y una pareja de catalanes dejaron su sopa en la mesa y subieron al Dormitorio a ver como estaba la chiquitina. Bajaron y me pidieron un termómetro…

Con el termómetro roto no había forma de confirmar si Mhairi tenía fiebre. Se quedaron un rato con ella y le subieron un bol con sopa caliente. Me impresionó la amabilidad de la gente hacia otros viajeros. Curioso como uno se comporta distintamente delante de las circunstancias idénticas.

Veamos la siguiente situación:

  • Una persona enferma rodeada de gente.

Se encuentra sentada en un banco de cualquiera cuidad europea. Las Ramblas, Barcelona, por ejemplo. Seguramente la mayoría de las personas que pasarían por delante la ignorarían por completo.

La misma persona, pero esta vez, cambiemos la localización: Finca Tatin, o cualquier otro hostal de mochileros.

Vemos la persona enferma, y inmediatamente toca en un punto débil de los viajeros, en nuestra vulnerabilidad. Y despierta, en cada uno de nosotros, uno de los instinto más primordiales que tenemos, la protección y amparo hacia los demás, hacia nos nuestros, hacia nuestra especie.

Curioso ese feeling.

Es como si se tratara de un “Código del Viajero”, lo cual nadie se atreve a hablar, pero todos adhieren a sus normas y directrices mientras viajamos cómo trotamundos.

Todos hermanos, todos iguales.

Acabo de subir al Dorm a ver qué tal se sentía Mhairi. Le ofrecí un té o algo calentito.

“Soy inglesa,” - me contestó – “pero no me gusta el té. Gracias. Y tu Paulo, ¿como estas de tu oído?”

Le contesté que me seguía doliendo y que necesitaba descansar.Le di un abrazo y le deseé una buena noche. Quizás sea lo que nos haga falta a todos. Descansar un poco.

Ciao 4 now

~ Paulo ~

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