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Friday, 28 August 2009

ESPERANDO A…

Eran las 18:25 y llovía incesablemente en las calles y avenidas de la ciudad de Guatemala. El acababa de llegar en el autobús de Litegua que venía de Rio Dulce. Le molestaba su oído derecho, incluso más por el viaje.

Con un gesto cansado - que le aparentaba 10 años mas de los que realmente tenia - bajo su mochila al suelo y se sentó en uno de los banco negros y fríos de la terminal, esperando a Yaqui.

“Ya vendrá. Estará aparcando su coche.”- pensó el.

Miró a su alrededor sin buscar nada en concreto, quizás notaría una cara familiar o quizás alguien le brindaría una sonrisa. Llevaba viajando desde Febrero y desde su primer día le encantó las sonrisas de los latinos. Enormes y genuinas. Unas repletas de dientes, otras sin ellos. Unas con más oro que el collar de la reina Sofía, otras ya sin vestigios del blanco de sus tiernas infancias. Pero todas salían de lo más bello de la gente y se notaba en las mil arrugas en las frentes de sus dueños.

Su mirada se cruzó con la de una empleada y tal como esperaba, la chica esbozó una larga y bella sonrisa. Le hizo acordar de su cuñado y sus andanzas en Angola, África. Su cuñado, un soldado, un casco azul (un “blue beret” como le gustaba que le llamasen) le narraba que su misión era transportar, a las aldeas y comunidades más afectadas e inaccesibles de Angola - antes una nación rica y prospera, ahora una tierra pobre y devastada por una inútil guerra civil - algo mucho más valioso que el oro y todos los diamantes del mundo: agua potable.

Le contaba que cuando finalmente llegaba a dichas aldeas, repartía su carga a los habitantes. Muchos de ellos no hablaban portugués como el resto del país, sino algún dialecto indígena, por lo tanto la palabra hablada no servía. En vez de “obrigado”, “gracias” o “thank you” le miraban calorosamente a sus ojos mientras esbozaban una sonrisa de agradecimiento. “De oreja a oreja” como se suele decir.

Su cuñado le relataba que muchas veces lloraba – “como un niño desmamado.”– pues las sonrisas le llegaban muy, pero muy a dentro.

Y él seguía esperando a Yaqui. Abrió su laptop y tecleó varias palabras en el Word con la finalidad de después escribir un post para su blog. Contento, decidió salir a la calle, pues se acordaba que en la esquina solía estar una anciana sirviendo mosh. La anciana le puso en su mano un vaso caliente y el, a cambio, depositó en las mano de ella, los 3 Quetzales solicitados.

Se sentó al lado de la anciana, llevo el mosh a su boca y lo fue bebiendo poquito a poquito para no quemarse la lengua.

Notó, bajo la lluvia, varios taxis aparcados en un lado de la calle. En el interior de uno de los vehículos distinguió su conductor fumando un cigarrillo. “¿Cuanto tiempo llevará ahí?” – pensó.

Una vez más su memoria lo transportó a otrora, a otro tiempo, a Lisboa, Portugal, a una tarde igual de lluvia. Compartía un taxi con sus grandes amigos, Jorgito y Mikelito. El taxista comentaba que las noches de lluvia eran interminables y muy solitarias “La gente no sale de copas con los amigos.” – Se quejaba el taxista – “en toda la noche hago un o dos viajes si tengo la suerte.”

Y él esperaba a Yaqui. Entre la gente que pasaba por las aceras con sus gabardinas impermeables y paraguas de mil colores, notó un hombre de gafas gruesas, de las de antes, bajo la lluvia; El hombre corría unos metros, se paraba y limpiaba las gafas con su camisa ya empapada, las volvía a colocar y corría unos metros más para nuevamente detenerse y quitarse el agua de sus gafas. El pensó “Este man jamás llegará a su casa.”

Y él seguía esperando a Yaqui…No mas, pues la avistó sonriéndole una sonrisa de las que le gustaba. Y el cerró su laptop y fue abrazarla.

Ciao 4 now

~ Paulo ~

1 comment:

  1. tioooo, recuerdo ese finde en lisboa, como llovia...,paraguas rotos, no pudimos visitar ni belen, tuvimos que refugiarnos en la pasteleria, y como siempre pasa contigo, el destino, ya conociamos a una de las pasteleras, jejejeje Una abrazo, jorge

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